jueves, 11 de febrero de 2016



Prólogo


Esto no es un homenaje. Al menos no en lo que esa palabra
tiene de quietud y beatificación. Se trata, antes bien, de la
reflexión inquieta que la relectura de Los cuatro peronismos
despertó en trece personas desafiadas a decir algo del libro al
cumplirse treinta años de su primera edición.

Conviene partir de una aclaración: no hay en la elección de
las diversas edades de quienes escriben estas páginas un mero
pluralismo generacional, sino el intento de evocar el carácter
múltiple del público que Los cuatro peronismos logró en
sus tres décadas de discusión política sobre nuestra historia.
Ahora bien, ¿por qué centrarnos en algo externo al libro como
es el público? Porque construir un público es lo que hacen lo
clásicos. Nadie ignora que aquello que hace a un clásico (en
este caso uno de los pocos con los que contamos para comprender
el peronismo) no consiste en lo que el libro dice, sino 
fundamentalmente en lo que hace, en los discursos que el
libro es capaz de producir y soportar como constelaciones que
prolongan de modo inesperado su sentido originario.

Las reflexiones que aquí reunimos son apenas una muestra
del modo en que Los cuatro peronismos ha logrado prolongarse
durante treinta años en distintos ámbitos del sentido,
desde la crítica literaria hasta el análisis político, económico
o filosófico. Pero también, y fundamentalmente, de esa congregación
de distintas generaciones en torno suyo que lo ha
convertido en un clásico.

Cristián Sucksdorf

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